La crisis como excusa en los ayuntamientos.
Fuente: http://www.elblogdeacal.com/
El problema de la financiación municipal se viene arrastrando desde hace décadas. La autonomía local, consagrada en la constitución, se ha ejercido en los últimos treinta años, sin embargo no ha ido acompañada de la suficiencia financiera,
prevista también constitucionalmente. El peso relativo del gasto local,
en el conjunto del gasto público, ha
permanecido prácticamente invariable, por debajo del 15 % aunque el
volumen y la importancia de los servicios prestados ha ido en aumento en
las últimas décadas, situándose en valores muy superiores a los
señalados anteriormente. Esto, que es un hecho, es el verdadero problema
de las ciudades. El problema de su financiación en el contexto territorial español.
A este problema, endémico de los municipios españoles (los ayuntamientos nunca han estado bien, han estado mal y ahora peor),
se añade la crisis que atravesamos que agrava la situación.
Fundamentalmente y por lo general, derivada de una estructura de gasto
muy dependiente de ingresos que han tenido la consideración de
corrientes cuando eran extraordinarios. Así ocurre con subvenciones
estatales y autonómicas y con los tributos que gravan la construcción y
el desarrollo urbanístico. El estado y la comunidades están para
recibir, no para dar dinero, y el desarrollo económico ligado al
ladrillo, está hundido y muerto.
Con este panorama los gobiernos
locales, por lo general, han estado ocupados en los planes de ajuste y
en el control del gasto durante todo el año pasado.
Durante el año que empieza, (el
siguiente y seguramente también el otro), el escenario económico no va a
mejorar para los ayuntamientos. Así las cosas, la pregunta que algunos
nos hacemos, fría como los días en los que estamos es: ¿Van a seguir los
regidores municipales apelando a la falta de dinero para obtener
la comprensión de cualquiera, ante cualquier problema, sea de
la índole que sea? ¿Es cierto que no se puede hacer otra cosa desde
las alcaldías mas que analizar el presupuesto para disminuir el tamaño
de la administración? Si no hay otra respuesta mas que la afirmativa a
estas preguntas, desde luego estamos ante una legislatura perdida.
Sin embargo creemos que las cosas no son
así. La abundancia no llegará y en política, escudarse solo y
exclusivamente en la falta de recursos, es tanto como renunciar a ella
en sus propios términos. De manera que, como los consistorios han de
gobernar sus ciudades y no hay elecciones hasta el 2015, mas vale dejar
ya de aludir a la crisis y a la falta de recursos como si de algo
noticioso se tratara, porque ya ha habido tiempo suficiente para encajar
la situación (la legislatura lleva ya un año y medio) y esto va para
largo. Por tanto, puesto que los cargos públicos no son obligatorios a
los que decidan quedarse, queremos sugerirles para este año nuevo algunas ocupaciones que no sean solo la recurrente observación de “es que no hay dinero”,
(que debe seguir siendo contemplado desde los gobiernos, pero
intentando no desanimar a los pocos que quedan con animo, que son
indispensables).
Gobernar.
El respeto por las normas no es nuestro
fuerte, pero quizá donde mas se aprecia la falta de dirección y de orden
es en las ciudades. Exigir el cumplimiento de ordenanzas y de todo el
conjunto de normas que rigen la vida ciudadana en beneficio de todos
sería agradecido por la inmensa mayoría de los vecinos. De igual manera,
exigir el cumplimiento de contratos y pliegos de condiciones de
concesionarios de los servicios de la ciudad, así como de las normas que
han de observar los propios empleados en el terreno laboral,
nos colocaría en el camino hacia el destierro de la anarquía gubernativa que
aquejaba a nuestras instituciones públicas de la que hablaba Ortega y
Gasset en su juventud . Andar este camino no está exento de conflictos y
afrontarlos requiere energía. Sin embargo es algo a lo que ha de estar
dispuesto un gobernante que no solo aspire a permanecer en el cargo.
Gobernar para las personas.
Las ciudades son su gente. Hay que
definir las categorías con las que queremos trabajar. En estos tiempos
hay que reorientar la acción de gobierno hacia las personas y los
servicios que se les prestan. Han pasado los tiempos de tener la ciudad
permanentemente en obras como un proyecto inacabado y de los binomios
alcalde-arquitecto (a mayor gloria y posteridad de ambos). En esta
nueva orientación se ha de contar con las personas. Es una nueva cultura
colaborativa institución-ciudadano en la que gobernar no sea solo dar
a la gente, sino que se la tenga en cuenta, hacer cosas con las
personas para que tomen parte y se impliquen en su destino. Lo fácil fue
hacer el centro cultural con dinero. Ahora, sin dinero, hay que hacer
actividades para dar vida a ese centro. Se trata de compartir, mas que
de tener. Al final, desde esta perspectiva, puede que todas las ciudades
tengan el mismo aspecto, pero su gente y sus instituciones funcionarán
de otra manera. Cada ciudad debe definir su discurso.
Gobernar para la personas de manera transparente.
La implicación de las personas requiere
de transparencia, de abrir los datos de las instituciones a
la ciudadanía. La gente necesita saber de primera mano para participar.
Es necesario un esfuerzo de los gobiernos para poner a disposición de
todos la información de la que disponen, debidamente anonimizada. Solo
desde propuestas muy decididas a trabajar con iniciativas open data
será posible involucrar a los ciudadanos de manera que los
ayuntamientos no solo sean proveedores de instalaciones y de servicios a
golpe de dinero. Abrir los datos cambia la manera de trabajar en las
instituciones. En el terreno económico, mientras no se trabaje desde
esta perspectiva con los datos públicos, seguirán dándose casos de
empresas que sustituyen el papel de la administración a la hora de
recopilar datos y ofrecerlos a los ciudadanos causando dos perjuicios.
El primero de ellos consiste en que la información a la que accede la
empresa es de peor calidad que la que dispone la administración, que es
quien la ha generado. El segundo de ellos grava al ciudadano, que ha de
pagar por unos datos que provienen de la esfera pública. Corremos el
riesgo de que el manejo de la información que debería ser publica acabe
siendo un negocio privado.
Finalmente, puestos hablar de cuestiones económicas de la ciudad y para terminar por donde hemos empezado, los regidores deberían de distinguir entre:
- Economía pública, que es la que se refiere a los tributos de la ciudad y los gastos municipales, su presupuesto (hoy una obsesión por equilibrarlo).
- Economía comercial, aquella que engloba las transacciones de la ciudad.
- Economía social, que contempla las prestaciones de diversa índole entre instituciones y personas y que el sistema monetario no es capaz de representar.
El año pasado los alcaldes han estado centrado en la primera, han tenido descuidada la segunda y olvidada la tercera. Un gobierno inteligente
será el que contemple las tres vertientes de la economía de su ciudad
de una manera equilibrada. Cualquier visión parcial centrada
exclusivamente en alguna de ellas ahogará al resto, haciendo la ciudad
insostenible.
En la visión de gobierno equilibrada entre las tres perspectivas económicas esta el futuro.
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